Que me perdonen los atléticos de
la sala por tomar prestado tal slogan, pero desde siempre he pensado que se
ajusta como un guante a lo que significa ser seguidor de Pro Evolution Soccer.
Si no decidme cuantos de vosotros
habéis debatido con el típico amigo fan “del otro juego” -ya no digo en las últimas
épocas donde las entregas han estado un
poco de capa caída (salvando la 2013 y del 2015 hasta ahora) sino incluso en aquellas
donde PES brillaba por encima de cualquier otro videojuego de fútbol- que cómo
podíamos divertirnos jugando con equipos y jugadores falsos, sin ligas
licenciadas, ausencia de un control de 360º y un largo etcétera.
El fan del Pro ha sabido desde el
principio que quizá su saga no era la más
guapa o pintona del barrio, que al contrario de la de la otra acera el
envoltorio tiene regusto a pasado de moda o poco cuidado, pero que en cuanto el
balón echa a rodar no existe comparación posible. Es algo que sientes en cuanto
te cruzas con otro jugador de PES, como si ambos supierais de un secreto
guardado de forma recelosa por unos pocos, que por suerte cada vez ha ido
conociendo más y más gente.
En cierto modo me gusta pensar
que los que seguimos la franquicia de Konami somos esos jugones de siempre (de
hecho es difícil encontrar seguidores jóvenes), amantes del buen fútbol,
encantados por haber hecho descubrir a familiares y amigos las muchas bondades
de los “ISS Pro” y que aún gustan de juntarse en torno a “un buen asado y
bebestibles” como dice el mítico Polter2K para disfrutar con las amistades de
una sesión de Pro.
Sí señor, tengo muy claro por qué
soy de Pro Evolution Soccer ¿y vosotros?
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